jueves, 10 de febrero de 2011

UN RELATO SOBRE AMOR - Jorge Bucay

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo... Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a
preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja
donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro - fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se
fue a trabajar y ella bajó al pueblo.

Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar. A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo. Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia

Cartas desde el corazón...

Manolo,
para mí eres la mejor persona que he conocido hasta ahora. No sé cómo explicarte mi sentimiento, pero cualquier palabra, mirada o gesto tuyos son para mí muy importantes. El otro día me puse a llorar en clase porque me dijiste que podía haber hecho mejor el examen. Nadie podía entenderme porque lloraba, ya que había sacado un sobresaliente. A mí me dolía que te hubiera decepcionado. Creo que nunca he querido a nadie tanto como te quiero a ti. Sé que tú eres mi profesor y yo tu alumna, pero no puedo evitar lo que siento hacia ti. Jamás me atrevería decírtelo directamente y por eso te escribo esta carta. No puedo imaginarme mi vida sin ti. El otro día me sentía muy feliz porque me dijiste que si tuviera diez años más te casarías conmigo. A mí no me importaría esperar lo que sea para un día se cumpla este sueño.
Te quiere tu Bruji

Manuel,
desde día que te conocí supe lo que realmente era amor. Tu mirada traspasó mi vida entera sintiéndome amada hasta el fondo de mis entrañas. En ese instante comprendí que mi vida no tendría sentido sin ti. Cuando tus largos viajes de trabajo nos separan, algo ensombrece mis días y cuando vuelves, vuelve la alegría a mi corazón. Un día sentí que aunque pasara lo que pasara me encantaría pasar el resto de mi vida a tu lado… y al día siguiente me pediste la mano. Las lágrimas de amor profundo bañaron ese instante tan feliz. Y temerosamente te respondo que Sí, que quiero aunque me da miedo decepcionarte un día y que nuestro amor un día llegue a su fin. Preferiría la muerte antes que eso…
No sé si hay palabra que puede reunir todo mi deseo y mi amor que quiero expresarte en esta carta. Me siento afortunada a tu lado, fortalecida en tu amor, eres el espejo de mi alma, el sentido de mi existencia, el impulso hacia un futuro por construir juntos.
Tu Anna

Manuel,
cuando te conocí no me llamaste la atención. Mis compañeras de trabajo no dejaban de gastarme bromas respecto tuyo hasta que me fijé en ti. Nuestro amor fue un camino sencillo sin grandes pasiones, pero sabía que tú eras aquel a cuyo lado me gustaría pasar el resto de mi vida. Nos casamos y llegaron los dos mejores regalos de nuestra vida- nuestros hijos. Ahora cuando ya no están y construimos nuestro amor de un modo nuevo, me doy cuenta de lo felices que hemos sido. Después de los problemas que tuvimos al trasladarnos, que casi llegan a romper nuestra unión, vinieron días de bendición en las Misiones populares donde caí en la cuenta de que a pesar de todo, te amo mucho más ahora que cuando nos casamos. Todo lo que vivimos juntos: lo bueno y lo conflictivo ha hecho nuestro amor más verdadero, más profundo. Doy gracias a Dios por Ti, nuestro matrimonio es lo mejor que ha podido pasarme en mi vida.
Anna