Al caballero Arnaldo le gustaba comer las setas asadas con la salsa de la carne. Si podía elegir la carne, prefería las chuletas del jabalí recién cazado. Para ello organizaba cada semana la caza e invitaba a algunos de los caballeros de la corte. Sus sirvientes temían ese día porque les obligaba a buscar setas que ellos confundían. ¡Qué angustia! Al volver al castillo el cocinero se ponía a guisar la carne con las setas que ellos tenían que probar antes que su dueño, cuya mente estaba completamente ocupada en las guerras, las cazas y las damas.
No tenían ni idea de si esas extrañas setas podrían ser venenosas o no, ellos no las distinguían y la única forma que tenían de averiguarlo era probándolas. El problema era que siempre caía alguno enfermo, aunque por lo menos conseguían saber si lo que le ofrecían al caprichoso Caballero era saludable,bueno y por supuesto,de su gusto .
ResponderEliminarAsí que, gracias a sus sirvientes, el caballero Arnaldo disfrutaba junto a los caballeros de la corte, de una buena comida; para él, de la mejor comida.
ResponderEliminarEse día de caza semanal fue haciendo que el caballero Arnaldo fuese más y más famoso entre los reinos cercanos, con lo que, cada vez, más gente acudía a su cita semanal.
Pero, poco a poco, el caballero Arnaldo se dió cuenta de que estaba teniendo un problema, se estaba percatando que cada vez tenía menos sirvientes que probaran sus setas...
Sin embargo, no estaba dispuesto a renunciar a su gran festejo. Renunciar a la fama y al poder, !Nunca! Se había convertido en algo más que una adicción, vivía obsesionado por seguir en el punto de mira. Su vida giraba en torno a ese día semanal. Su cordura comenzaba a hacer aguas. Por eso, la mañana previa a la celebración, consciente de que ya no había nadie para probar las setas antes del banquete, se le ocurrió la solución a todos sus problemas: uno de sus perros sería su catador secreto de setas. Y así lo hizo. Todo salió a pedir de boca. A la semana siguiente volvió a repetir el mismo sistema. Y así una y otra vez, hasta que...
ResponderEliminarEl pobre perro hinchado de comer setas todas las semanas cayo enfermo y murió.Nuestro caballero se sintió muy apenado y se dió cuenta que lo que había hecho no estaba bien y que por su culpa habia muerto uno de sus mejores perros. Pero ¿Ahora que podía hacer?¿Perdería su orgullo y él mismo probaría sus setas?o..(Cristina Del Río).
ResponderEliminar...empezaría a usar gatos como conejillos de indias? El pueblo llevaba meses sumido en un caos gatuna, provocado por los propios aldeanos. Para combatir el problema de ratas de la última primavera, habían llenado las calles de gatos. Estos, ahora, ya sin ratas, gordos, hambrientos y entrenados en la lucha, se habían hecho dueños de las calles y no dudaban en atacar con descaro, en busca de comida, cada mañana a las mujeres que volvían del mercado.
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